martes, 1 de abril de 2008

"sueño"



Estoy detrás de unos árboles, tengo hambre, frío y sueño. Estoy sucio, muy sucio. La sangre roja se ponía café con la mojada tierra que poco a poco se pegaba en mis labios rotos, en la maldita sangre se burlaban de mi las malditas bacterias tomadas de las moléculas unidas de sus microscópicas manos y sus microscópicas carcajadas que retumbaban dentro de mi ser. Estoy tirado en el suelo, me cuesta demasiado respirar y entrando en un trance cierro los ojos sintiendo que mi cuerpo flota. Poco pero flota... Ha pasado demasiado desde que me sentí flotando, incluso ahora me siento mareado, todo gira, gira y gira rápidamente. Ahora me veo flotando mucho mas elevado, exageradamente elevado; estoy en una nube recostado sobre esta y comienza a desvanecerse yo le digo: “¿Por qué quieres que no este arriba tuyo?” me responde: “ ustedes los seres humanos me hicieron esto”. En este mismo instante se desvanece completamente mientras voy cayendo por el infinito y oscuro vacío, grito exasperadamente y el eco se esfuma por la velocidad me voy acercando a la corteza terrestre, sigo gritando, estoy mas cerca, voy a caer al suelo grito: “voy a morir...”

Abro los ojos y permanezco recostado en esa cama. Tengo todo el cuerpo transpirado, la cara mojada de sudor y las manos totalmente aguadas, respiro con una sensación de alivio de ser verdad que no iba a morir, de que solo era un sueño, una pesadilla. Me saco la polera para secarme el sudor que se ponía cada vez mas frío. Me levanto de esa cama que no me dejaba pararme, me tenia pegado en ella como si yo fuese un imán al lado de una gran plaqueta de metal. Me acerco al living-comedor, miro por la ventana y se ven las nubes que le dan un matiz escalofriante a la noche, pero no hace frío. Afuera de la casa hay un perro echado entre los pastizales, también esta hablando un tipo con una chica se despiden tomando dos rumbos inversos al igual que los gatos que se encuentran peleando arriba del techo, el negro sale corriendo y cae al árbol que acaricia a las latas. Voy a la cocina, abro la llave a la vez que el agua cae agarro un vaso que se repleta con la transparencia húmeda me lo tomo seguido de otro. Me dirijo al baño a orinar, entro con la oscuridad y desecho el liquido pálido que saca evapora en el oleaje del retrete al tirar la cadena, prendiendo simultáneamente la luz me miro al espejo clisado y en mi rostro se reflejan manchas de sangre, me observo las manos que tienen tinta roja seca y miles de preguntas bombardean mi cerebro: “¿Dónde he estado? ¿Qué hice? empiezo a pensar, a pensar sintiendo el palpito de la amnesia y el recuerdo perdido. Me voy a la pieza vuelvo a recostarme en la cama y me caigo al abismo, al transe que me mantiene casi adormecido, cierro los ojos...

Estoy en una ciudad, no se cual pero veo muchos autos que tocan sus bocinas, mucha gente camina con el paso acelerado, personas comprando mas y mas cosas, otros delincuentes robando solapados entre en nombre de nuestra patria aprobando leyes, mientras otra victima se roba un colla que lo encierra en la cárcel. De pronto me veo en el ultimo piso de un edificio, se cae la noche que mira hacia abajo la oscuridad. Cierro los ojos. Estoy en un muelle el círculo esta todo nebulosamente sombrío. Dos tipos le están pegando a una mujer, le propinan patadas en la cara y la tienen sangrando al divisar la acontecimiento mi corazón se lleno de ira me voy corriendo donde están los “hombres” golpeando a la chica agarro a uno de estos, lo tomo firmemente del cuello y lo empujo contra el otro pelafustán haciéndolos impactarse cara a cara; los dos quedan sangrando de la frente atrapo al de polera negra, le pego unos cinco combos en el hocico lo dejo caer le pego unas patadas en la cabeza y lo lanzo al charco de agua porteña. El otro sujeto desesperado se acerca corriendo a mi lanzándome un puñetazo que esquivo tomándole el brazo con una mano y con la otra le rompí el hocico sacándole un chorro de sangre dejándolo azorado, que me permite agarrado nuevamente para agacharlo y darle un rodillazo en la boca del estomago que le provoca de suplicio gesticulado con una bocanada de asfixia; se cae y lo tiro a un lado del muelle. Tomo en mis brazos a la mujer que esta empapada del dulce néctar rojo, que se desliza por su frente recorriendo su cuello y sus brazos. Sigo caminando hasta salir de la sílice granulada que me lleva a la altura de la bahía, dejo a la mina recostada en el diván del cemento y me voy a buscar ayuda. Subo mas arriba por las calles diagonales hasta que de lejos se diviso un hospital, me dirijo corriendo hasta que logro abrir la puerta. Me introduzco al hostil lugar y mi presencia es indiferente para ellos, al otro lado la gente extasiada baila con desenfreno, se ríen, gritan, se emborrachan con desproporcionados litros de alcohol; el humo, las luces, las agujas y las pastillas hacen despegar a los adolescentes a un submundo interno donde las alucinaciones son evidentes y todo es un gran caos. Subo la larga escalera de madera entre la sonajera de las tablas, veo por la ventana que esta arriba se contempla todo lóbrego “la maldad ha inundado el corazón de las personas”. La ciudad esta gélida, ausente, con la indiferente preocupación de la huida. Los mendigos comiéndose el hambre tragando la solidaridad de los civilizados, la muerte y los accidentes son un parpadeo de las circunstancias monótonas del subsistir...

De pronto se me viene la imagen de la chica agonizante y retorcida del dolor entre los moretones y la sangre pidiendo auxilio a gritos. Bajo las escaleras en segundos, voy a abrir la puerta pero no abre porque tiene llave, pido ayuda nadie me escucha mientras la desesperación hace caer unas lagrimas que me exhortan a cerrar los ojos... Pienso en todo el amor que he sentido en mi vida y de pronto al abrir los ojos me encuentro en un paisaje de sueño estoy parado en una gran montaña, todo parece perfecto “otro mundo” en donde la gente vive en pequeñas aldeas y cada vecino es hermano del otro. Los pájaros cantan todo el día con alegría, alegría de que ya existen esos hombres asesinos que corrompen vidas indefensas ¡ya no existen!, no existen políticos corruptos, es decir no existen personas que sean indiferentes al verdadero amor ya que todos esos murieron ahora permanecen los que amaron a lo insignificante para la humanidad suicida. Las calles están repletas de niños, jugando, riendo, compartiendo otros que antes eran drogadictos pudieron salvarse por haber amado en ese infierno siendo victimas de la marginalidad y la explotación, muchas mujeres están en este nuevo mundo sin exclusiones en donde prima el amor. Las calles están cubiertas de pasto y la naturaleza realmente vive, el que la ama la hizo vivir, las flores están sonrientes, el cielo es amigable esta realmente azulado sin contaminación, no hay automóviles que degraden el aire y la tierra, no hay maldad, no hay militares, no hay guerras, no hay dictadores, no hay asesinos, no hay violencia, no hay asesinos. La televisión no existe se destruyo al ver tanto amor, no existen las iglesias que se quemaron todas y dentro de ellas los curas con las monjas con todas las ofrendas que pedían en el nombre de Dios que no existe, pero si estuviera en su cielo el mismo tiraría fuego a esos templos. Acá estoy en lo alto de la montaña mirando perplejo la felicidad de este lugar que me provoca un desenfreno inconsciente de risas disminuidas al exterior pero sofocantes en mi interior, el valle esta apacible las grandes arboledas danzan con la melodía del viento, la tierra huele a chocolate y el sol irradia su energía a todos con calma mientras un somnolencia se apodera de mi mis párpados pesan toneladas hasta que se caen. Se paran repentinamente las pestañas entre la vista nublada sigue la oscuridad de la ciudad fría en donde reina el egoísmo, la maldad, la violencia, los valores inculcados por la caja idiota y esta excluyente sociedad. Abro los ojos, rascándome las lagañas que me pican, permanezco en esta cama recostado, me levanto para ir al patio a refrescarme estoy en bóxer pero hace mucho calor, tengo un pito de puros cogollos. Comienzo en la volada del humo dulce que acaricia mi garganta, la potente planta quemada me hace subir a un cohete que aterriza en mi cerebro. Entre la volada recuerdo el sueño del mundo maravilloso en donde todos éramos iguales sin diferencia alguna, siento una gran tristeza de estar acá, mis ojos tristes, extremadamente tristes y humedecidos se lanzan a llorar.

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